Anécdotas Hípicas Venezolanas presenta

Un Recuerdo Hípico

Los trabajos que se necesitaban durante los días de carreras eran desempeñados por estudiantes

Por Rafael Díaz Casanova

Publicado en el Diario El Universal, todos los derechos reservados.

 

Dentro de las muy variadas actividades en las que nos hemos visto envueltos en los ya largos años de vida, la hípica mereció nuestra atención. Estudiamos en el Liceo de Aplicación, vecino, pared con pared, con el Hipódromo Nacional de El Paraíso. Vivimos en El Paraíso y nos parece imposible que un habitante de la zona no tuviera que ver más o menos, con la actividad hípica. Trabajamos en el hipódromo, primero con el cargo de "correo de juegos en taquilla" pomposo nombre que cobijaba a quienes fungíamos como mensajeros entre las taquillas de juego y la central de totalización, cuando no existía la tecnología de comunicaciones que pudiera trasmitir las jugadas de los apostadores; y luego fuimos ascendidos a "vendedor de juegos en taquilla".

 

Trabajábamos desde las doce del mediodía del día de carreras hasta pasadas las seis de la tarde y por esas jornadas y responsabilidades devengábamos veinticinco bolívares en la primera posición y sesenta en la segunda por cada día de carreras en los que trabajábamos. Bolívares que valían y compraban.

 

Cantenac

Petare

 

El 2 de diciembre de 1956 se corrió en el Hipódromo Nacional de El Paraíso la Copa "I Congreso de Salud Pública y III Conferencia de Unidades Sanitarias". En la prueba competían los mejores caballos de la época y quisiéramos resaltar dos de ellos: Cantenac, famoso caballo argentino, hijo de Advocate en Fond de Cave que le regaló el jefe de los cuerpos de seguridad del dictador Juan Domingo Perón, Jorge Antonio, a Marcos Pérez Jiménez como agradecimiento por la traída de la caballada del "Stud Dos Estrellas" a establecerse en Venezuela bajo el entrenamiento de Abraham Resnik; y Petare, también famoso caballo argentino hijo de Moslem en Colette que bajo la dirección de Carlos Muñoz Candia primero y luego de Adolfo Samuel Alvariza y más tarde de Miguel Torrealba, fue el mayor ganador de dinero de Venezuela mientras hubo estabilidad monetaria.

 

Las hijas

 

El día mencionado, antes de que se sucediera la carrera, se sabía que las hijas de Pérez Jiménez habían venido al hipódromo con el objeto de recibir la copa que debía ganar su caballo.

 

 

Por cierto, el dictador nunca apareció como propietario del animal. Siempre corrió con los colores del Stud Cañaveral que era de Fortunato Herrera, "El Platinado", quien tenía estrecha amistad con el régimen dictatorial.

 

Esta situación reforzaba el pensamiento de las personas relacionadas con la hípica, de que era virtualmente imposible que el caballo Cantenac perdiera la prueba. En las taquillas del "paddock", cuando apostábamos unos cincuenta bolívares a Petare, el Platinado Herrera, a nuestro lado, le apostaba tres mil a Cantenac.

 

Salen los jinetes a montar en el recinto del "paddock" y nos toca recordarle a Balsamino Moreira, el famoso jinete de Petare, que tenía que hacer todo lo posible para lograr el segundo lugar de la carrera.

 

Salen los competidores a la pista, recorrido de 1.400 metros, la partida se sucedía en un lugar poco cómodo, al lado de la entrada de los vehículos al "Campo" desde la calle Cayaurima y con una posición del aparato de partidas que no era perpendicular a la pista de carreras.

 

Partida

 

Partida, dicen los locutores de la radio: José Eduardo Mendoza "Mira-lejos", Eloy Pérez Alfonzo "Míster Chip" Luis Plácido Pisarelo, quien había traído a Venezuela, como empresario, a Carlos Gardel; y el todavía muy joven Virgilio Decán "Alí Khan". Un caballo propiedad de Don Alfredo Abilahoud, cuyo nombre se nos escapa, le da un golpe a Cantenac y lo deja sin posibilidades de ganar la carrera, Petare toma la punta, como era su característica y gana sin oposición, emplea ochenta y seis segundos y tres quintos para el recorrido.

 

Nos estábamos tomando la fotografía de rigor en el recinto de ganadores cuando se nos acerca el Señor Luis Beltrán Méndez, jefe de relaciones públicas de la tribuna presidencial, quien nos conocía muy bien, y nos dice: “Mira Díaz, el protocolo se ha cambiado, la copa se va a entregar en este mismo sitio. Demás está referirles que lo previsto era que las hijas de MPJ recibirían el trofeo en las instalaciones de la tribuna presidencial”.

 

A los pocos minutos y como lo testimonia la fotografía que conservamos, el Doctor Pedro Antonio Gutiérrez Alfaro, ministro de Sanidad y Asistencia Social, acompañado del Doctor Gómez Guerra, miembro de la junta directiva del Hipódromo Nacional y varias personas vinculadas a las organizaciones dedicadas a cuidar la salud de los venezolanos, entre los que recordamos, el Doctor Manuel Fernando Mejías que representaba al maravilloso Instituto Nacional de Obras Sanitarias, INOS, donde trabajamos después durante todos los años universitarios en la UCAB.

 

Permítanme destacar que el Doctor Pedro Antonio Gutiérrez Alfaro, eminente partero de la época, obstetra hoy, fue quien atendió a nuestra madre, dieciocho años antes, cuando este emborronador de computadoras vino al mundo.

 

Varias facetas

 

Vale la pena aprovechar esta maravillosa oportunidad que nos brinda El Universal de poder escribir una crónica larga, para destacar varias facetas del evento narrado.

 

En primer lugar debemos resaltar que la actividad hípica era no solo apreciada sino desplegada por las más altas autoridades del gobierno nacional.

 

En segundo lugar anotaremos que Pérez Jiménez, dictador indiscutido por ocho años de la vida nacional, no se atrevió a hacer lo que sí hizo el dictador previo, Juan Vicente Gómez, quien no solo tenía una importante caballada en el hipódromo, sino que los corría con una chaquetilla que tenía, sin el menor disimulo, los colores de la bandera nacional.

 

En tercer lugar traeremos a colación una frase acuñada por nuestro amigo Manuel Fonseca Kolster, quien al definir la diferencia entre la hípica venezolana de aquellos tiempos y los que se suceden ahora, dice: "En los años cincuenta, en El Paraíso, un propietario tenía veinte caballos, ahora un caballo tiene veinte propietarios". Esta regla o sentencia tiene sus excepciones. Hoy día a la sombra de la corrupción, han aparecido "hípicos" que seguramente desempeñan la actividad, con numerosos caballos, para poder justificar, a su manera, los inmensos volúmenes de sus fortunas.

 

Por último y sin cubrir todos los extremos, debemos resaltar que para aquellos años y por varios más, el hipódromo desplegaba importantes funciones de desarrollo en diversas actividades nacionales. La cría de caballos de carrera promovió la existencia de numerosos establecimientos que dieron empleo muy bien remunerado a sectores del interior de la República. Todos los trabajos que se necesitaban durante los días de carreras, tanto en el juego de taquillas como en el "5y6" eran desempeñados por estudiantes que obtenían ingresos, modestos pero suficientes, para sus gastos de vida.

 

Hoy, terminado el año 2012, el hipódromo es otra empresa del Estado absolutamente quebrada, acorralada entre la burocracia y la corrupción y cumpliendo muy mal la función de alojar en La Rinconada un contingente de damnificados que no tienen ningún futuro.

 

Para finalizar la historia, les diremos, que aterrados por el potencial riesgo que significaba tener la representación de un caballo que cometió el delito de ganarle a uno del dictador, le entregamos la copa al capataz de la cuadra de Muñoz y nos largamos del hipódromo, temiendo una represalia de algún adulante del dictador. Afortunadamente, fue solo una suposición.

 

[email protected] @rafael862

 

Nota: Gracias al Sr. Rafael Díaz por autorizar la publicación de este trabajo.

 

Anécdotas Hípicas Venezolanas, jueves 31 de enero de 2013

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