Anécdotas Hípicas Venezolanas Presenta:

Ser un Propietario Hípico

Por Nelson Romero Díaz

 

Parecerá una petulancia de parte de algún asistente ocasional a un programa de carreras de caballos la osadía de hablar sobre la condición de Propietario Hípico. Puede que tenga razón.

 

Siendo un atrevimiento, el establecimiento de una controversia alrededor del tema es una invitación a pensar, reflexionar y responder algunas interrogantes. Por ejemplo: ¿Cuando se aficionó al deporte de los reyes? ¿Qué es lo que más le atrae del hipismo? ¿Cuál es el sueño de todo hípico? ¿Cuándo y por qué se pasa de simple espectador a propietario y de este a entrenador, caballerizo, herrero, jinete, handicapper, criador y hasta veterinario? Permítaseme decirlo desde la perspectiva del escribidor ocasional del tema hípico.

 

Se aficiona al deporte de los reyes cuando una tarde de carreras, la familia asiste al hipódromo de su localidad y lo hace por primera vez. El paseo de presentación de los ejemplares muestra un caballo blanco, igual al que montan a Simón Bolívar en la iconografía de la gesta independentista, y este níveo noble resulta ganador. ¡Cuánta emoción para ese niño!  Su primera atracción resultó ganador. Pudo haber sido zaino, negro, castaño, o tordillo. Pudo haber sido alazán de cuatro patas blancas, con la cara manchada blanca, como el recordado Torrejón y la campeona Blondy.

 

Se inocula el deporte de los reyes al jugar un show, un place o cualquier otro tiquete en una tarde de clásicos y ello le reporta un rédito de cuantiosas cifras. También pudo haberse interesado en ser propietario de caballos si la hermosa y elegante chica de sus sueños, de buen conversar le invita a compartir el domingo del Simón Bolívar porque uno de los participantes es de su propiedad y  tiene chance de ganarlo. ¿Y cuál ejemplar no tiene chance de ganar antes de darse la partida?

 

El Hipismo es un espectáculo. Es ver un brioso corcel desplazarse a más de 60 kilómetros por hora los primeros cuatrocientos, como el Bla Bla de años atrás; seguir el cabeza a cabeza de Eastern Fleet y Cañonero en el Preakness; estar atento al forcejeo de Balada y Baklava, de Turkoni y Good Frend, de Alydar y Affirmed.

 

Hipismo es recrearse las pupilas con las coloridas combinaciones de las chaquetillas y su brillantez al sol. Observar el apilamiento de los jinetes sobre sus cabalgaduras y determinar quién de ellos con su estilo, los hace más lento que el resto, pero a Miguel Blanco le resultó triunfadora su silla de cochero.

 

La hípica es el contagio con la emoción de la impecable narración del descriptor de turno, se llamase Mr. Chips, Aly Khan, Blas Federico, Héctor, Andor, Mr. Eddy, Don Decir o Rasevi. Es la turbación de los asistentes con sus ligas, el latigueo de pulgares e índices en la recta final, sus risas, el fruncido ceño mientras ve pasar a su favorito en el último puesto, la esperanza en los próximos segundos de la siguiente competencia. Es el acostumbrado balance entre lo que sale de un lado del pozo y lo que entra al otro lado del mismo pozo. Es la toma de decisiones entre el riesgo a todo dar en la apuesta en la taquilla o la prudencia debida. En fin, el hipismo es una combinación de factores, todos probabilísticos, muchos concurrentes y muchos divergentes. Al final, se convierte en una pasión tan desbordante como el amor por la belleza femenina.

 

De Pedro Calderón de la Barca es la frase: “Que toda la vida es sueño, y los sueños, sueños son”. Un hípico sueña, como Pedro Batista, ganar una Triple Corona con Cañonero II; el Presidente de la República, como Gabriel Angarita y Ramón Chiarelli con Chateaubriand; el Fuerzas Armadas como los del Stud “San Gabriel”, tres veces en seguidilla y con el mismo caballo; el Simón Bolívar, como Peggy de Azqueta; una Polla de Criadores, como los del Stud “Orodiva”; un del Caribe, como el de Ayubi Flores con High Security aún cuando después lo distanciaran o los del “Agropecuaria Gorjeadora” con Benemérito.

 

Un propietario sueña que su “ejemplar” se haga de todos los records estadísticos posibles; sentar en una mesa a sus colegas propietarios, para brindar por el triunfo, por las emociones vividas, por el intercambio de pareceres acerca de sus caballos y de los desvelos por sus potrillos, de las imaginaciones mundialistas en Belmont Park, en Epsom, en Santa Rita y Valencia.

 

Un hípico sabe cuando se es campeón y cuando no. Sabe que las carreras son, otra vez, una combinación de factores probabilísticos a su favor, al vecino de su mesa, al que nunca ha ganado o, porque no, a favor de alguien que lo requiere más que cualquier otro, por ser esa su tabla de salvación anímica o espiritual, y económica.

 

Cuando se es propietario hípico se quiere ser el caballerizo para cuidar con celo las horas previas a la carrera de la vida del pupilo; jinete para administrarle sus energías en los primeros hitos de esa prueba y rematar con suficiente fuerza para ganar de galope largo; ser el herrero para cuidar que los clavos de la herradura, ni dañen terminales nerviosos y tampoco se suelten en carrera; el entrenador que piensa pasarlo un día, dos vueltas de galope largo  y otro, galope con remate los 600 finales y en el parque descubierto instruir como correr administrando sus fuerzas para el remate. Y después, la gloria.

 

 

 

Una población animal purasangre nace cada año. En Venezuela supera el millar de unidades. Uno solo será el absoluto campeón de la temporada como lo fue My Own Business; dos serán los rivales de un empate, como el de Senador y Paunero; tres, los de un gran final como el protagonizado por  Trynicarol, Tajoreal y Ristre. Cada nacimiento es una probabilidad de un campeón si es bien alimentado, amansado, domado, enseñado, cuidado. Sera un campeón si goza de buena salud, si es competitivo, luchador, aguerrido y si no lo envenenan.

 

Anécdotas Hípicas Venezolanas, jueves 25 de julio de 2013

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