Anécdotas Hípicas Venezolanas presenta

Mujeres a caballo en Norteamérica

Editado por Juan Macedo

 

Esta es una carrera normal. Se da la partida, cruzan el primer codo, se ubican en la recta lejana, entran en la recta final con Mr. Sagitarius al frente. Su jinete pega y pega, como el látigo más enérgico que se haya visto. Ganó Mr. Sagitarius y la carrera termina como toda las carreras. En las tribunas surge la sorpresa. Los jockeys son mujeres. Jamás se había visto eso. Son rubias y morenas con sus labios pintados y sus sonrisas cautivadoras. Era el Powder Puff Preakness (el Preakness de las polveras), la única carrera de caballos en los Estados Unidos donde sólo intervienen mujeres.

 

Muchas mujeres aspiran a obtener matrículas de jockeys. Pero es raro que las aspirantes tengan el peso mínimo de 48 kilos indispensable para tal profesión, teniendo a la vez la fuerza necesaria para pilotear un purasangre. No hay previsiones para admitir a las mujeres como jockeys oficiales y además haría falta introducir cambios en los reglamentos y en los fundamentos de las empresas hípicas.

 

Por eso, para calmar las ansias de las mujeres jockeys, en Estados Unidos se corre el Powder Puff Preakness. Hace algunos años, en el Oeste, hubo dos grandes jockeys femeninos: Wanta Davis y Lee Wiley. Saratoga y Waterford Park han presentado el Powder Puff Derby.

 

En el evento anual de Pímlico, las mujeres jockeys llevan el equipo completo de un jinete y las sedas distintivas del animal que conducen. Sólo un jockey sabe lo que es montarse a toda velocidad en un caballo de carreras en distancia de mil metros. El Powder Puff Preakness se corre en esa distancia y es un espectáculo en donde se aprecian la pericia de las mujeres y la calidad del animal que las lleva encima.

 

La ganadora de 1961 fue Joan Bencivenga, primera mujer que Calumet Farm ha empleado como traqueadora profesional. Es tan buena esta mujer sobre un caballo, que valdría la pena admitirla entre los jockeys. Lo malo es que habría que hacerle un recinto especial por simple precaución. Hace algunos años, Joan pidió matrícula en Ohio. Iban a dársela pero intervino el Presidente del Sindicato de jinetes, el inflexible Eddie Arcaro y dijo que esa no era profesión para mujeres. Después, como buscando otra razón dijo: “Además no es conveniente una mujer metida en el recinto de jinetes”. Eddie parecía preocuparse por sus personales intereses. En ese entonces era ganador de cinco Derby, seis Preakness y seis Belmont. Además, su bella y rubia esposa, madre de sus dos hijos, también había sido una “Arcaro” ganando cinco Powder Puff Preakness.

 

La talentosa y traviesa Joan ganó el Powder Puff Preakness en Pimlico. Recibió el trofeo de manos de la señora Patrice Jacobs, propietaria de Hail To Reason, campeón de los 2 años de 1962.

 

Las mujeres jockeys son, por regla general, una media docena de amas de casa, uno o dos debutantes muy jóvenes y alguna muñequita de gran valentía. Los caballos son de baja categoría. De todas maneras el peligro es igual.

 

Estas mujeres, por regla general, andan sobre los caballos desde antes de aprender a caminar. Todas tienen en común con los jinetes masculinos, el conocimiento y experiencia sobre los purasangres. No pueden ser jockeys las mujeres que apenas se montan en caballos de paseo. Son dos cosas distintas la de montar en caballos de paseo y en caballos de carrera. Además no es lo mismo bailar un twist que pilotear a un purasangre en mil metros.

 

En la carrera con mujeres jockeys las formalidades son idénticas a las carreras normales. Teletimer, disco de llegada, veedores de pista, fotopatrol, comisarios, apuestas, datos y dateros, pitas y como es natural, recordatorios a la autora de los días de la jockey perdedora o de las perdedoras.

 

Hay apostadores que se orientan por las formas de la mujer. Esta no porque tiene muchos senos. Aquella sí porque es ligera de cintura. La otra también por la soltura de sus brazos. O ésta tampoco por el exceso de sus caderas.

 

Es cuestión de la ilógica lógica de las carreras. La única concesión que el comisariato le hace a la vanidad de estas traviesas rubias y morenas que se arriesgan sobre un caballo de carreras, es no controlarles el peso.

 

Joan Bencivenga, madre de tres hijos. Para atenderlos ella y su esposo renunciaron al nómada oficio de andar de pista en pista, de ciudad en ciudad, de hotel en hotel. Y buscar un trabajo estable como traqueadores de Calumet Farm.

 

Joyce Bachner fue la campeona del Powder Puff Preakness. Desde los 7 años de edad vive en el mundo de los caballos de carrera. Es una enamorada de ese mundo, A los 16 años era domadora de potrillos. Ganó el Powder Puff Preakness de 1948 y 1949. Su esposo es Martín Bachner. Conoció a Joyce en Pímlico cuando traqueaba para su hermano Mike. Martín es preparador y Joyce es la traqueadora.

 

En Estados Unidos abundaron las mujeres traqueadoras ya que no podían ser jockeys en carreras públicas. Cobraban dos dólares por traquear un caballo, a veces trabajan diez y doce caballos por día. Ganan una fortuna y no se pelean con nadie ni regañan a los caballos.

 

Los hípicos de la época iban a ver el Preakness Stakes y el Powder Puff Preakness. Marcando bien el calendario, se pega completico el espectáculo. Esa carrera se corría el tercer sábado de cada mes de mayo o sea la misma tarde del Preakness en Pímlico, Baltimore.

 

Fuentes: extraído de la Revista Turf

 

Anécdotas Hípicas Venezolanas, viernes 29 de julio de 2016

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