Anécdotas Hípicas Venezolanas presenta

Mario Mauriello

Por Juan Macedo

 

Don Mario Mauriello Ricci fue un reconocido funcionario público y también funcionario hípico, un propietario de purasangres de carrera durante varias décadas, una persona muy querida dentro del medio hípico y en general en todos los círculos a los cuales estuvo vinculado. Nació en la población de Tovar, estado Mérida, en el año 1923. Hijo de Don Rodolfo Mauriello y Doña América Ricci Mazzei, descendientes de una camada de fatigosos inmigrantes italianos que trajeron adelanto y progreso a la región de Los Andes, especialmente en el ramo de la agricultura.

 

En 1928, cuando apenas el niño Mario tenía 5 años, la familia se mudó de Tovar a la ciudad de Maracaibo, donde Mario haría sus estudios en los Maristas y en el Liceo Baralt. Allí vivió hasta 1938 cuando se graduó de bachiller y los Mauriello regresaron a Mérida. “Empecé a apostar a las carreras de caballos cuando fui estudiante liceísta en Maracaibo. Había un hipódromo cerca del viejo aeropuerto Grano de Oro y acostumbrábamos a jugar el boleto de dos bolívares a ganador. Lo jugábamos entre cuatro. A real por cabeza. La afición por las carreras es, al menos, cincuenta por ciento de las apuestas. Así me considero yo. Quiero al hipismo por su belleza, espectáculo y tradición, pero sin apuesta no lo estimo completo” comentó en una entrevista a su hermano Rodolfo José.

 

Mario Mauriello empezaría Ingeniería en la Universidad de Los Andes y terminó en la Universidad Central de Venezuela sus estudios de Ingeniería Civil. Era el año 1942. Aquello era una figura impresionante. Mario maravillaba a todos, hermanos, primos. Le faltaban dos años para cumplir los 21 cuando terminó los estudios de Ingeniería. Se graduó a los 19 años.

 

Mario fue empleado como auxiliar de ingeniero en la carretera Caucagua-Higuerote. Pero, como en el presupuesto no existía la partida para ayudante de ingeniero, lo pusieron como obrero. En 1943 se produjo un accidente en El Silencio, cuyos trabajos de reurbanización estaban en sus comienzos. Cayó una plancha de concreto y murieron varios. Se pidió más gente especializada. Mario fue enganchado y trabajó y ahí hasta el término de la obra.

 

Al llegar a Caracas y conocer el Hipódromo Nacional El Paraíso, tan bien organizado, el apego a las carreras creció una enormidad. Todos los sábados y domingos, desde que tuvo carro, entraba al campo de El Paraíso dentro de la pista. Desde ahí jugaba siempre. Le agradaba porque se observaba toda la pista sin necesidad de binoculares. Cuando trabajó fuera de Caracas, en Margarita y Puerto Ordaz, durante los años duros del perezjimenismo, le enviaba a su cuñado Julio Ramírez Díaz un sobre por avión cada sábado para que jugara en taquilla los caballos preferidos.

 

Pero el hipismo le daba una satisfacción interna de proporciones incalculables. “Para mí era lo más agradable venir al Hipódromo en la mañanita a ver las pruebas. A comprobar el estado de los caballos. A respirar el aire del hipismo por dentro. En los años de Pérez Jiménez no fui preparador con matrícula oficial porque pensaron que no podía figurar en forma tan prominente”. Fue administrador de una sociedad que compró varios caballos, entre ellos Trueno Sordo y Ben Loyal. En el fondo era un preparador, hacía las mismas tareas. Pasaba los días en El Paraíso. Además de ser un eminente ingeniero, fue un valioso asesor veterinario y un hípico que se las sabía todas.

                                                                                       

 

En El Silencio, Mario Mauriello inició su apego al Banco Obrero, donde ocupó todas las posiciones que un ingeniero puede ocupar. Fue secretario de la Junta Directiva en 1948, Subdirector y Director en el periodo del Presidente Rómulo Betancourt (de 1959 al 64). Con tan alto cargo, le restó en gran parte al hipódromo su valiosa presencia.

 

Luego de su labor en el Banco Obrero durante el gobierno de Betancourt, Don Mario se separó muy discretamente de la administración pública en los cinco años de Raúl Leoni. Fue en esa época cuando se fue “a una empresa de los militares”, Seguros Horizonte, de cuya directiva ya era miembro. Después, en 1966, el Doctor Martínez Rivero, presidente de la compañía, murió repentinamente. Como era el único del directorio disponible le pidieron que terminara el periodo. Luego lo eligieron para el siguiente periodo y duró con Horizonte hasta 1974.

 

Mientras la construcción y el partido Acción Democrática eran sus obligaciones, el hipismo aumentaba cada día como el medio de esparcimiento, su enorme diversión. Su gran papel en la hípica fue su gestión al frente del INH como Presidente del Directorio en el período 1974-1979, donde demostró su don de gente, su capacidad para administrar eficiente y honestamente y su principio de autoridad, todo lo cual lo llevó a ser considerado por la mayoría como el mejor Presidente de todos los tiempos en nuestro hipismo. Había palabra, respeto, seriedad, sentimiento, organización. El Ing. Luis Lezama comentó “para muchos, incluyéndome, el Ing. Mario Mauriello ha sido el mejor Presidente que ha pasado por el INH. Duró los 5 años del Gobierno de turno, creo que como ningún otro Presidente al menos en 5 años corridos, aunque me parece que el Dr. Rafael Rodríguez Navarro durante el primer Gobierno del Dr. Rafael Caldera también duró los 5 años. El Directorio de la época (73-78) estaba constituido por el Ing. Leopoldo García Iturbe, Sr. Germán Rodríguez Roye, Sr. Luis Cabrera Umérez, entre otros. El Director de Relaciones Públicas era Luis Turmero y el Subdirector Alberto Cardier, mientras que el Director del Stud Book de Venezuela era Jorge Coll Núñez

 

Mario Mauriello y Gonzalo Barrios fueron íntimos amigos. Tanto que en las transcripciones de los programas de Carlos Rangel y Sofía Imber se puede leer que, al recibir al Ing. Mauriello, los entrevistadores le preguntaron por Barrios, algo totalmente inusual. Y Mauriello les respondió “Tengo entendido que él no quiso venir porque temía no caber en la pantalla junto conmigo” Luego de hubo muchas preguntas sobre el hipódromo, las carreras, los negocios relacionados con estas, las trampas, las mafias, los héroes, el asunto ético de los juegos, etc., donde Mario Maurielo se defendió admirablemente, siempre con esa mezcla de gracia y firmeza, Sofía Imber, muy viva, le preguntó: “¿Quiénes son los jinetes?”. “Los jinetes –le explicó Mario– forman un gremio de atletas humanos de poco peso, porque pesan alrededor de cincuenta kilos” y entonces ella, triunfante y diablesca, le espetó: “Tú no podrías ser jinete, ¿verdad?” “De elefantes, podría ser –le contestó él, al vuelo–, pero todavía no hemos contemplado esa posibilidad

 

 

Mario Mauriello fue un asiduo de la prensa y los medios audiovisuales, no sólo por los cargos públicos que ocupó sino por su personalidad. Era un hombre sumamente inteligente, ingenioso, mordaz, de compromisos profundos y grandes pasiones. Honesto. Muy despierto, atento a las vicisitudes de la vida. Buen conversador. Lo que se llama un tipazo. En sus últimos años de vida estuvo seriamente aquejado de problemas de salud, pero batalló contra ello y con plena lucidez seguía la actividad hípica de cerca, hasta que el 28 de septiembre de 1998 falleció en la ciudad de Caracas.

 

Para finalizar, como epitafio, colocaremos estas líneas escritas por el Sr. Nathán Catalán para la Revista ¡Hipódromo! “La apatía es total, nadie, pero nadie quiere tomar decisiones que conduzcan a un enfrentamiento con la mediocridad a la que nos lleva el desequilibrio moral de la hípica. Ya no es cosa de los vivos, es situación de los fallecidos. Sí, tal como lo leen, de los muertos. Dentro de pocos años, si se colocara a uno o varios de los que deciden lo que se debe hacer en el Hipódromo La Rinconada, no nos sorprenderá que hurguen en sus bolsillos y si están rotitos, acudan a vender copas, trofeos y hasta clásicos, para congraciarse con algún cercano familiar de algún fallecido y aparecer en cartelera como los toreros. No creo exista un solo hípico, de los de siempre, los que ponen su pasión en los caballos y no en los portátiles de los jugadores, de los que se desayunan los lunes bien temprano con el periódico en la mano izquierda, y el café en la derecha, mientras la esposa le espeta "apúrate que vas a llevar lo niños tarde al colegio", y escudriñan cómo llegó su favorito en una de las tantas carreras del domingo anterior, porque tuvo que llevar a los niños a una piñata dominguera, y no fue ese día a las carreras. Al llegar a la oficina, al negocio o al despacho, a llamar por teléfono al socio, o al datero para preguntarle cómo corrió el "crack". Sea cual fuere la respuesta, la conversación estribará sobre el fiel y leal "admirado", ya vendrá otra carrera y en esa los arreglamos. A esperar. A ligar la revancha. Estos son los verdaderos aficionados a los que hay que construirles el templo de honor. Pero ellos se ven identificados en grandes personajes que dan su vida por lo mismo que ellos sienten y se enorgullecen cuando lo ven en las revistas o en la televisión hablando y comentando lo que se hace, bueno o malo, pero se hace, para darle más brillo al espectáculo. Esos hombres que, en el ayer de oro, pasadas las etapas del hipismo de gloria paradisíaca, nos brindaron siempre lo mejor de ellos y trataron con logros y fracasos de enderezar todos los entuertos que día a día surgen en nuestro tercermundista hipismo. Estos hombres fueron alma y cuerpo de lo poco regular que recordamos y merecen el respeto de la afición, sin ser ídolos, tan sólo fueron baluartes de cierto tipo de continuidad hípica. Estos hombres no pueden quedar a la sombra de los caprichos de recién llegados, mendigos del mañana, que saben de su transitoriedad, y que hagan lo que hagan siempre se les olvidará, y cuando por algún accidente periodístico se les nombre, será para ridiculizarlos y someterlos al recuerdo de lo nefasto de su presencia en nuestro ámbito. Casos hay muchos. Doctorales, profesionales y pare usted de contar. Millonarios y banqueros de ambos lados, los legales y los estorianos. Todos son banqueros después del acto. El hipismo no necesita de dientes rotos, para continuar su búsqueda. Hemos tenido suficientes desconciertos al momento de tomar decisiones. Necesitamos gente seria que piense las consecuencias de sus decisiones, y que, al errar, rectifiquen, y demuestren sentido humanístico de sus actos, que sean no solamente doctos, que actúen como tales. Que no menosprecien nuestro poco valor histórico, permitiendo que se opaque la reconocida histórica trayectoria de verdaderos hacedores del hipismo en Venezuela, y ahora en la República Bolivariana de Venezuela. El pasado no se borra con ignorar lo positivo. El futuro se construye reproduciendo el pasado próspero y formal. Démosle al pasado el mérito que se merece y restituyamos el homenaje a quien, a sabiendas del entorno que lo rodeaba, y de las muchas batallas a librar, se mantuvo en el crisol del éxito, la honradez, y por sobre todo del amor y la pasión al hipismo. Restituyamos al ingeniero Mario Mauriello al pedestal que se merece. Que así sea”.

 

Fuentes: Lic. Milagros Socorro, Lic. Rodolfo José Mauriello, Sr. Nathan Catalán, Revista Guía Hípica, Revista Turf, Revista ¡Hipódromo!

                         

Anécdotas Hípicas Venezolanas, sábado 29 de abril de 2017

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