Anécdotas Hípicas Venezolanas presenta

José Murillo

Por Juan Macedo

 

A raíz del cambio gubernamental ocurrido en diciembre de 1935, hizo su aparición en el escenario hípico el Coronel José Murillo, integrante en esos momentos del cuerpo de Edecanes del Presidente de la República, General Eleazar López Contreras, que lo había designado previamente Gobernador Interino del Distrito Federal.

 

Fueron sus pupilos en tal ocasión, dos ejemplares (los primeros importados de Argentina) llamados El Tuy y Republicano y asumió también la responsabilidad de presentar en la pista a otros dos (Lanza Libre y Queniquea) que defendieron brevemente los colores del Presidente de la República.

 

Desde el primer momento se tuvo la impresión que no iba a ser breve la presencia del Coronel en el hipismo venezolano, pues se constituyó en un ferviente y apasionado seguidor, y su participación fue a tiempo total, con excepción de la pausa que lo obligó la situación civil 1945-48. Fue un hombre pintoresco pero definido y sus cuantiosos intereses las puso al servicio del hipismo tras la experiencia que tuvo con sus primeros ejemplares, no vaciló en hacer valiosas inversiones, primero en ejemplares para la pista, más tarde en la adquisición de una amplia extensión de tierras para instalar un haras y así incorporarse a la contada nómina de criadores de caballos purasangre de carreras que para el momento actuaban en nuestro medio.

 

 

En este aspecto vale la pena recordar que su primera experiencia como criador la tuvo dentro del mismo Hipódromo de El Paraíso, pues allí se engendró, nació, creció y se desarrolló en el Campo de Vehículos, un potro llamado Albión (Foragido en Malvaloca), que en sus actuaciones públicas obtuvo 8 victorias.

 

En 1937, de un lote de ejemplares ingleses importados por el Hipódromo con la intervención personal de aquel gran hípico que se llamó Albert H. Cipriani, el Coronel adquirió a Mae West, Avileña, Toy, Marisol, Shirley Temple y la inolvidable Placer, llamada la yegua de hierro, pues corría todas las semanas y no se paraba en barras en cuanto a distancias, adquirida por Bs. 3000 y con ella ganó el Clásico Gobernador del Distrito Federal, y midiéndose con la no menos recordada Tapatapa, que había integrado el mismo lote.

 

Con sus colores bajo su tutela, pues era él realmente quien entrenaba a sus caballos, corrieron Morwell, El Estanquero, Mi Fortuna y El Mago, este último, ejemplar chileno que adquirió en Bs. 25 mil, inversión cuantiosa para aquella época. Años después importó de USA tres yeguas: Alegría, Sungalla y Orquídea, esta última fue la que arrebató el título de invicto que ostentaba el 13 presentaciones el notable irlandés Grano de Oro.

 

En 1941 compro a Fernando Talavera una vasta extensión de terreno que se conocía como El Ávila, y por cierto, como una evidencia más de las genialidades del Coronel, contrató con un ingeniero la construcción de un puente para facilitar el acceso de La Florida a aquella finca, pero nada conforme con la labor que llevaba el ingeniero, asumió él la responsabilidad de terminarlo y así, hoy día se conoce es vía de acceso como el “Puente Murillo”.

 

Al constituirse la Asociación Hípica Venezolana, entidad gracias a la cual ha subsistido ininterrumpidamente nuestro hipismo, fue uno de los mayores contribuyentes del núcleo de propietarios y como tenia en sus caballerizas un gran almacén de avena, en diversas ocasiones facilitó la necesaria para los ejemplares de otros propietarios que carecían de ese vital alimento. Fue electo Vice-Presidente, funciones que ejerció en varios períodos.

 

Al producirse la crisis política de 1945 se alejó del país y aprovechando la ausencia y la efervescencia del momento varios de los ejemplares que se alojaban en El Ávila fueron a parar a distintos sitios y Rafael Guerra, que en prolongados lapsos actuaba como asesor y pacificador de los arrebatos del Coronel, se vio en las chiquitas para rescatar a Morwell, Mae West, Saratoga entre otros buenos corredores.

 

El Coronel contrató a jinetes foráneos como Fernando Falero, Laffit Pincay, Rafael Moray, Carlos Pezoa, los que por cierto dieron por finiquitados sus contratos al poco tiempo, debido a su temperamento.

 

Como demostración de su carácter contradictorio, dejemos constancia de que cuando presentó en subasta pública el primer lote de ejemplares nacidos y criados en su haras Murillo, no acepto ofertas menores a Bs. 50 mil y eso que hubo algunas muy cercanas a esta cifra, pero dijo no: en ese lote figuró Lanzarina.

 

En el renglón de estadísticas, el Coronel Murillo estuvo siempre entre los primeros. En la temporada 43-44 encabezó la de propietarios con Bs. 118.813,30 y también la de entrenadores con 46 triunfos obtenidos por su caballada. En 1958 ganó la estadística de propietarios con cifra de Bs. 762.270,70.

 

Alejado del hipódromo en abril de 1959 e afectado profundamente por la medida que lo desvinculaba de las actividades hípicas, falleció repentinamente en la madrugada del martes 16 de junio de 1959, víctima de un inesperado mal.

 

La actuación del Coronel José Murillo en la hípica no puede ni debe pasarse desapercibida, ya que contribuyó de manera efectiva, sobre todo como propietario, pues importó ejemplares de excepcionales ancestros. Tuvo sus rarezas, en ocasiones se aferraba a sus ideas, no siempre la más lógicas o acertadas, pero hizo mucho y en forma destacada por nuestro hipismo.

 

Fuentes: Revista Gaceta Hípica.

 

Anécdotas Hípicas Venezolanas, lunes 16 de Enero de 2006
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