Anécdotas Hípicas Venezolanas presenta:
Arturo Michelena
Por Cristóbal José Malpica B.

Cada año se recuerda a Francisco Arturo Michelena Castillo por sus obras pictóricas y sus bien merecidos premios internacionales: "Bolívar en Carabobo", "La Vara Rota", "Vuelvan Caras"... igual su Medalla de Oro en París por "El Niño Enfermo", cuando estudiaba con Gian Paul Laurens en la Academia Colarossi; relativamente poco se comenta de su vida de turfman. Su inquietud en el dibujo de equinos le vino desde muy pequeño. Ya siendo adolescente es habilidoso, encontrándose entre sus obras una jocosa ilustración para el texto "Costumbres Venezolanas" de Francisco de Sales Pérez. Luego, su talento es expresión viva, captando elogios de críticos y observadores. En Francia asistía a las carreras en importantes hipódromos como Chantilly y el fastuoso coso de Longchamp en el bosque de Bologna, el mismo que inmortalizó Manet en su obra de 1864.

Nació el 16 de junio de 1863 en la ciudad de Valencia, estado Carabobo. Une vida con Lastenia Tello y se traslada de nuevo a Europa en viaje de luna de miel, el cual se prolonga en estadía, continuando con su proceso de aprendizaje y creación. A su regreso integra la primera junta directiva del hoy desaparecido Hipódromo de Sabana Grande, creada en 1895, junto a Gustavo J. Sanabria, Eduardo Montaubán, Francisco Sucre, John Boulton, Felipe Toledo, Escobar Vargas, Pantín, Landaeta, Rodríguez y sus dos posteriores socios Charles Röhl y Harry Ganteaume. Actúa como Oficial en las carreras y se hace propietario con buenos ejemplares como Borinquen y Calixta, esta última en co-propiedad con los señores Röhl y Ganteaume, el Sindicato Excelsior. Con la misma ganan en la jornada inaugural de aquel hipódromo capitalino situado en el sector Las Delicias, al cual asistía lo mas granado de la ciudad, una urbe pintoresca, de aire afrancesado.

Arturo Michelena, como se le nombró siempre, era hijo del destacado pintor Juan Michelena; su madre, doña Socorro, fue reconocida como de "guantes de seda", por sus hermosos y bien logrados tejidos, hija a su vez de otro sobresaliente de la plástica: Don Pedro Castillo. Michelena se hizo presente en muchas reuniones hípicas en aquella Caracas primaveral, pintando incluso cuadros que fueron donados a los vencedores de las mejores carreras del reducido almanaque hípico. Uno de ellos, el que muestra al hipódromo y a uno de sus partícipes equinos, estuvo muchos años en manos del destacado escritor Miguel Otero Silva, hasta su donación al museo de Bellas Artes.

Arturo Michelena

Había sido creado para una prueba especial la cual ganó su yegua Calixta, o Calista -como muchos le nombraron- y luego obsequiado al Primer Mandatario Gral. Joaquín Crespo, hombre hípico y quien, ante petición de Sales Pérez, había concedido la beca con la cual Michelena realizaba estudios en el viejo continente.

En una tarde clásica, la comisión de carreras programa el Gran Premio Miranda -para purasangres- el cual tendría un aporte de mil fuertes en premios por parte del Presidente, quien no desaprovecha e inscribe a su mejor caballo, The Coon. Michelena atiende el llamado y junto a sus socios, Mr. Röhl y Monsieur Ganteaume, inscriben a la campeoncita de entonces, Calixta, ídolo de hombres y mujeres. Junto a ellos, otros escasos contrincantes en una distancia si se quiere larga para la época en nuestro hipismo: 1.600 metros! La carrera tiene un fuerte final con un cabeza a cabeza entre el zaino The Coon y la alazana Calixta, quien levanta el pescuezo sobre la meta, al igual que su jockey el foete en señal de triunfo. La algarabía consume el momento; resuenan vítores y chiflas. El público no está de acuerdo con el juez de llegada que ha visto ganar a la fémina; Michelena entiende que se produjo un engaño óptico y tendrá que demostrarlo.

Calixto en Oleo de Arturo Michelena 

De momento, las damas calmaban el calor soplando sus abanicos de finos estampados, mientras relucen los colores amarillos y negros en bandas transversales y gorra amarilla de Calixta. Días después, Michelena muestra aquel emocionante final, en un lienzo que aún se conserva en la ciudad capital, al igual que otros de corte hípico, uno de los cuales muestra al grupo de siete u ocho mejores ejemplares de aquel hipódromo al cual se accedía en calezas y elegantes jacas, y las masas en tranvía de la empresa ferrocarrilera que igual trasladaba aficionados hasta el valenciano hipódromo de Quigua, puesto en marcha muy poco después del de Sabana Grande. Al cierre de éste en 1898, la campeona Calixta hubo de correr en Quigua, con la misma admiración con la cual contó en la sultana del Avila.

Michelena no las tendría todas consigo. Con Calixta gana hasta en 2.400 metros, pero un día cae vencida en un match contra Borinquen, aunque todo queda en casa. Mas lamentable el que aquel fervor hípico se viera enlutado por la muerte de Crespo en Mata Carmelera. Su sucesor, Cipriano Castro, anti-hípico, no solo eliminó el subsidio del pintor, también cerraría las puertas de aquel centro de reuniones hípicas de la sociedad caraqueña.

Estando en Europa Michelena enferma y regresa a Caracas, donde concluye algunas obras, dejando otras en eterna espera, incluyendo "La Ultima Cena". En las mañanas se le ve trotar por los parajes sobre un caballo blanco, siendo jinete de buena escuela, de quien se dice realizaba competencias victoriosas en ese coso de Sabana Grande, suponemos extraoficiales y poco difundidas. Michelena muere en 1898 a una edad muy joven y deja un gran vacío en el medio artístico, social y turfístico del país. El hipódromo donde dejó su huella cierra sus puertas un año después y su campeoncita Calixta viaja a tierras del Cabriales donde es ferviente impulsor hípico el Dr. Francisco de Sales Pérez, aquel hombre a quien Michelena debió el gesto de impulsarle hacia el ámbito exterior, donde finalmente logra su gran fama el ilustre valenciano.

 

Fotos: La postal de Arturo Michelena como jinete cortesía del Sr. Trino E. Pulido

 

Anécdotas Hípicas Venezolanas, jueves 4 de enero de 2001
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