Anécdotas Hípicas Venezolanas presenta

José Rosendo Fernández

Por Juan Macedo

 

José Rosendo Fernández nació en Buenos Aires, Argentina, el 1 de septiembre de 1913. “El Indio” como le decían en su país de origen fue un hípico por tradición, desde muy pequeño estuvo “metido entre las patas de los caballos” realizando diferentes trabajos. Llegó a Venezuela en 1952 inicialmente como capataz de la célebre cuadra del Stud Monagas y se graduó de preparador el 2 de febrero de 1953 cuando recibió la matricula e inmediatamente se destacó por la dedicación que siempre le ha puesto a la profesión. Ganó solo 6 carreras ese primer año.

 

Ya a partir del año 1953 hasta el cierre del Hipódromo El Paraíso e inicios del Hipódromo La Rinconada no dejó de estar entre los diez mejores de su especiali­dad. Su gran caballo fue Integro y me remito a lo redactado en el libro "Grandes Cracks de Nuestras Pistas" de José Rafael Ball, en el capítulo dedicado a Integro, para describir la relación entre entrenador y purasangre. Ahí publicó una corta entrevista a José Rosendo Fernández, en la cual le decía: “Cuando ganaba un clásico, el primero en tomar champagne, en la misma copa que había obtenido, era él (Integro). Estaba primero, incluso, que el Sr. Temístocles Núñez, su propietario”. Cuando el acucioso José Rafael Ball le pidió un momento inolvidable en su relación con Integro, el entrenador dijo: “Fueron muchos. Sobre todo, en esa temporada de 1953. Porque ganamos los clásicos Inauguración, Presidente de la República, Gobernación del Distrito Federal y Clausura”. Asimismo, Fernández, quien fue el segundo entrenador que tuvo el Campeón, afirmó que cuando Integro perdía, “Sentía ganas de llorar…”, seguramente el mismo sentimiento de la afición en general. Es parte de lo más hermoso del hipismo, el significado de un Campeón en la vida cotidiana del aficionado, del propietario, del entrenador, del caballerizo, de sus allegados en general, incluyendo al jinete.

 

Cómo dice el refrán popu­lar "no moja, pero empa­pa". Fue consecuente ganador, de grata recordación Prófugo (el gran campeón criollo de la cuadra), Ribita (que le gusta ver TV y comer el espagueti que le preparaba su entrenador), Puntual (caballo argentino ganador clásico y muy rendidor), Inesita (rendidora yegua criolla del Stud Cañaveral), Quinado (que logró brillan­tísimas exhibiciones con altos hándicaps), Aventurera (valiente campeona criolla), Entusiasta (al que consideró un caballo hecho a la medida para “El Pulpo” Irineo Leguisamo), Gatsby (ganador del Clásico Fuerzas Armadas de 1966), Fox (el uruguayo que triunfó con Gustavo Ávila en la carrera de los ases de 1970), Charlo (notable purasangre que a pesar de las lesiones realizó brillante campaña) y Syren (la gran enemiga de la campeona Green Thumb). Su mejor temporada fue la del año 1965 con 52 victorias.

 

Ya para la década de los ’70, las oportunidades fueron disminuyendo, pero José Rosendo Fernández mantenía su efectividad. Con el argentino Argumento saboreó las mieles del triunfo en pruebas de orden selectivos el 29 de diciembre de 1974 sorprendiendo en el Clásico Jockey Club de Venenzuela.

 

En abril de 1983 llegó a 700 triunfos gracias a la yegua Tirrenia, acontecido en el Hipódromo Nacional de Valencia. Su último gran caballo fue Giovanotto, consentido de José Lanciotti, con el que logró los Clásicos Asociación Hípica de Propietarios (1984), José María Vargas y Periodistas Hípicos (1985). Hombre de anécdotas, una de ellas cuando utilizaba los servicios de un jinete o traqueador que no era trabajador regular de la caballeriza, cuando terminaba el ejercicio y recibía al ejemplar, se acercaba al profesional de la fusta, introduciendo la mano al bolsillo, le decía: “Tomá pal’ café” y le entregaba una bolsita de azúcar.

 

 

Además de buen entrenador “El Che” Fernández, así reconocido en Venezuela, fue famoso en sus especialidades gastronómicas que preparaba y servía en su caballeriza. Las mismas estaban acompañadas por generosas bebidas y finalmente la partida de dominó. Ocupó los ratos de ocio que le dejaba su profesión (y que son pocos, por cierto) en el cultivo de un viñedo que tenía dentro de su caballeriza. Logró producir una variedad de uvas que luego fueron convertidas en vino. Así se ahorraba el fuerte gasto que tiene de este buen licor y que siempre tiene en abun­dancia para los amigos. Tenía su propio "vine de la maison". Y cuando los invitados se retiraban, después de otro cafecito, pero ahora combinado con una discreta dosis de brandy, quedaba en compañía de Flo­rentino Ramírez, seguramente preparando algún suculento platillo. Ambos eran excelentes cocineros y sus conocimientos del arte culinario fueron bien apreciados por todos los gastrónomos que pudieron degus­tar las excelencias de su cocina.

 

Se retiró de la profesión en el año 1987, pero nunca perdió el contacto con el hipismo venezolano, siempre rodeado de amigos recordando viejos tiempos y hazañas. Logró acumular un total de 720 victorias de los cuales 21 fueron clásicos. Sin dudas que José Rosendo Fernández fue historia para el hipismo venezolano.

 

Fuentes: Libro “Grandes Cracks de Nuestras Pistas” de José Rafael Ball, Sr. Mirko Ipsa, Revista Turf, Revista Gaceta Hípica.

 

Anécdotas Hípicas Venezolanas, lunes 31 de enero de 2022

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